A ver, llenar páginas en 30 días es muy fácil pero: escribir, revisar, releer, volver a revisar, leer de nuevo. Corregir, pulir, escribir…
Muchos son los autores que han tardado meses, años en escribir sus obras y por eso les admiramos o, al menos, podemos leerlos y comprender sus textos porque sus obras son legibles, llegan, tocan, sumergen, tiene vida.
Escribir un libro bien escrito, bien revisado, bien publicado en 30 días… pues también cuando se tiene un gran equipo de coescritores, correctores, maquetadores, etcétera. Porque una persona sola que quiere escribir el libro de su vida y llegar a los lectores en 30 días… que me expliquen cómo.
Me pregunto:
¿Por qué y para quién escribo?
Cada escritor tiene un motivo personal acerca de por qué escribe, pueden existir tantas respuestas como escritores hay en el mundo. No nos torturemos entonces y dejemos que fluyan las palabras, que nazca en nosotros, que nos cuenten historias, nos narre recuerdos o nos regale un poema, pero no convirtamos lo que en sí debe ser un placer en un constante dolor de cabeza. Podemos plantearnos una serie de preguntas a las cuales no siempre daremos respuestas.
No nos obsesionemos en la búsqueda de lo que no existe o no es comprensible. Escribimos porque necesitamos escribir, porque queremos escribir. La vocación no se viste con el traje de la obligación.
Virginia Wolf decía:me gusta escribir por el hecho de escribir. Lo importante es dejarnos llevar. Escribir por placer. Cuando escribimos nos sumergimos en otra realidad que llena nuestras almas de gozo y de felicidad, de sensaciones desconocidas que nos provocan un entusiasmo incontrolado. Si escribir nos proporciona un estado de paz que nos ayuda a despojarnos del estrés diario, si al escribir nos desahogamos, nos alentamos o nos sentimos motivados: ¿no es ya motivo suficiente como para no perder la costumbre y olvidarnos de pensar que perdemos el tiempo?
Escribes porque tienes algo que contar, porque escribir te llena de felicidad.
Apartemos de nuestra escritura la obsesión por publicar mientras estemos sumergidos en el acto de escribir. Si mientras escribimos nos entran las prisas por convertir esa parte de nosotros en un libro para difundirlo en las redes o, si hay suerte, en las librerías, puede que demos al traste con nuestro futuro como escritores.
Los grandes escritores, los que trabajan solos y sin los fantasmas a quienes algunos contratan, pueden tardar meses, incluso años en escribir sus obras. Es por ello que cuando las leemos podemos sumergirnos de lleno en sus libros, como si las hojas se convirtieran en escenarios de los que somos protagonistas.
«El éxito lo lograremos escribiendo, revisando, escribiendo, corrigiendo, reescribiendo, puliendo, leyendo, aprendiendo y volviendo a repasar».
Un escritor no se hace por haber nacido con un don, mucho menos en un mes. Este oficio requiere de toda una vida de esfuerzo y superación. Merece la pena la inversión.
No te conformes con el primer borrador, ordena tus pensamientos
Cuando creas que has terminado con el trabajo duro de escribir, no respires todavía. Guarda tus palabras en tu «cajón de escritorio». Recupera el texto días más tarde, semanas mejor, y vuelve a leerlo en silencio…, luego en voz alta. Revisa las correcciones comparando los distintos borradores que te llevaron a la conclusión final. No des por terminado un escrito hasta que logres convencerte a ti mismo que realmente no se puede mejorar. Si te resulta difícil encontrar o descifrar algún mensaje y ni siquiera logras recordar la idea que te impulsó a escribirlo, ármate de paciencia sin perder la esencia que te llevó hasta esas palabras.
Si al final descubres que debes dar al traste con ello, por mucho esfuerzo, por mucha pena que te dé, ponle fin a esa historia que solo te traerá dolores de cabeza y piensa que tanto trabajo te sirvió para algo. Recopilaste ideas. Entrenaste el músculo de la escritura y aprendiste a ver tus libros desde la crítica, y no desde el amor que siente un escritor por sus obras. Si la obra no es clara, si está llena de errores, el lector no llegará a la segunda página de tu futuro libro. Se sentirá ofendido por haber pagado unos euros por un objeto que no le servirá para nada. Así de duro, así de cierto. Por eso creo que un libro no se hace en treinta días, mucho menos un escritor.
Hablamos de un mundo onírico que roza la realidad. Gracias a nuestra mente creativa, nos fijamos con más detalle en las semejanzas de todas las cosas y no en sus diferencias. Quizás cueste ordenar las ideas de modo objetivo y nos dejemos llevar por las ideas más subjetivas, pero la finalidad tiene su recompensa en forma de arte: «El arte de contar ideas».
¿De verdad se escribe un bestseller en 30 días…? Bravo por el genio que lo consiga.
Mercedes González
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Dijo Mijaíl Bajtin: El escritor corrige con la cabeza, en efecto, pero escribe con el corazón. Escribe con su vida, sus viernes soleados, sus besos, sus astillas, sus zozobras, sus huecos. Escribe con las cosas más extrañas imaginables, pero no con la cabeza. La fantasía es en nosotros más primitiva que la realidad. Ahora bien, ni en el puro fantaseo, ni en la corrección a secas, reside exactamente la esencia de la creatividad. Los momentos auténticamente creativos de la escritura literaria tienen lugar en una zona intermedia también; allí donde el pensamiento dirigido y el pensamiento fantaseador se equilibran, se alternan, y lejos de oponerse comienzan a trabajar al unísono.
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