Publicar un libro es posible hoy en día con las herramientas de autoedición o contratando editoriales que ofrecen estos servicios. Pero muchos autores siguen empeñados en buscar a un editor que apueste por su obra.
Lo sé, lo sé, un trabajo arduo, pero al menos, no pierdes años buscando una editorial. Trabajas para que sean las editoriales las que te busquen a ti. Porque a lo mejor entonces te llaman las editoriales… a lo mejor.
La tarea más complicada es la de vender tu libro, es incluso más ardua que la de encontrar una editorial que apueste por nuestros manuscritos.
Los escritores queremos conseguir una editorial que financie nuestras obras. Camino complicado, que no imposible. Es necesario conocer el mercado editorial. Muchos escritores publicados por grandes sellos editoriales han sido excluidos de la cartera de autores y comienzan a autopublicar sus obras porque además, es la única manera de llevar el control. Yo tengo varias obras publicadas, sin haber puesto un euro, y no controlo mis derechos de autora. Ojalá hubiera autoeditado esos libros. Libros ya perdidos que pululan por las plataformas de venta y que siento que ya no son míos.
He terminado la novela, una obra en la que llevo trabajando semanas, meses, años. Le he ganado la batalla al tiempo, pese a que el tiempo se ha llevado jirones de mi vida y el esfuerzo me ha dejado sus marcas en mi rostro. Pero mereció la pena: mis manos portan el peso de doscientos folios, el resumen de una historia que a mí me pareció digna de ser escrita.
Esta historia es un trozo de mí. Un parto doloroso. Un hijo inmortal.
Así piensa un escritor que ha ido robando horas al sueño y ha escrito su opera prima, su gran tesoro de la que se siente sumamente orgulloso. En ese momento, un montón de agradables sensaciones le abrazan. Ya se ve en los escaparates de las principales librerías. Sueñas. Tienes todo el derecho, cuesta tan poco soñar…
Comienza una nueva aventura, la más decisiva: que lean tu novela. Comienzas a descubrir que la aventura no va a resultar barata, pero tampoco excesivamente cara. Merece la pena.
Pero si empiezas a enviar copias impresas de tu obra en sobres, con gastos de envío, y lo que conlleva comenzar a promocionar, no solo es perder dinero, es perder los años buscando una editorial. Con ese dinero ya la habrías publicado tú. Pero, mientras, sigues feliz imaginando que el mamotreto adquiera una bella forma, una estructura radiante a ojos vista del lector, tu comprador. Eso ahora queda lejos, falta un proceso vital: que tu manuscrito llegue a las manos de un editor o de una persona cercana o amiga del editor, esa persona que pueda llevar a una imprenta tu manuscrito y, lo más difícil: a las librerías.
Si sigues con el empeño de enviar un manuscrito no solicitado a una editorial para proponer la publicación, tienes que tener en cuenta que se reciben varios miles al año. Es importante que el manuscrito que envías cumpla algunas sencillas condiciones:
Misión cumplida. Ahora toca perder el tiempo buscando una editorial que te llame y te diga: ¡queremos publicar su obra!
Las noticias, como el agua de un manantial, llegan a tus manos en forma de borbotón de negativas y unos cuantos «lo sentimos», que te dejan inicialmente confuso y golpean duro la moral. Sientes la pesada cruz de “escritor frustrado” durante unos cuantos días, puede que durante unas pocas semanas. Esa mala sensación se va quitando y renaces con nuevos bríos. Confías en ti mismo, en lo que te ha salido del corazón, en esa historia que te ha tenido en vilo durante meses y ha cubierto espacios en blanco en noches que se hicieron cortas por la intensidad que pusiste. Recuerda que muchos célebres autores, gestores de obras universales, también fueron rechazados en su día hasta que vieron la luz y les llegó la fama.
No vas a decaer, no puedes consentirlo; debes hacer algo y lo haces. Comienzas a vivaquear por distintos cauces, por amistades que de alguna manera puedan tener alguna relación con el mundo editorial. Llamas a decenas de lugares y amigos comunes y siempre recibes casi las mismas respuestas: unos admiten que se encuentran con exceso de material; otros, con amabilidad, te abren la puerta, aunque adelantan dos cosas: que vas a tardar en recibir respuesta y te avisan de que te pongas en lo peor, en ese “no” que tarde o temprano te caerá como un balde de aceite hirviendo. Pero tú no pierdes nada, das las gracias y envías el manuscrito a las editoriales que sean necesarias, aunque muchas te ignoran, pero tú sigues, debes seguir porque tu sueño es más fuerte que todas las negativas del mundo.
Esa es la clave: tu perseverancia. Pero eso es también perder los años buscando una editorial.
Si tienes fe en tu obra, sigue, no bajes la guardia, recuerda que muchos grandes autores pasaron por el trance de ser rechazados por numerosos editores. La confianza en tu manuscrito ha de ser plena. Algún día podrás ver cumplido tu sueño, que no es otro que el tener entre tus manos un libro.
Pero para eso, ya tendrás que haberte publicado, ya tendrás que hacer ruido y tener un perfil que presentar.
Pero no, seguimos empeñados en perder los años buscando una editorial tradicional.
Trabaja duro. Escribe, pule, corrige, aprende, adquiere; termina una obra digna de ojos del lector. Luego, autopublica tu obra. Si esto no es lo que quieres, es posible que no llegues nunca a una editorial tradicional. No te quiero quitar las ganas. Solo si quieres perder los años buscando una editorial, te animo a que sigas adelante. La lotería le toca todos los días a alguien. Pero no te detengas en tu oficio esperando una respuesta que puede que no llegue nunca. Sigue adelante mientras persigues tus sueños.
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